viernes, 21 de noviembre de 2014

Acerca de El Sujeto de ida…


Por: Adrián E. L. Albuja

Es el reflejo de una sociedad en todo su “esplendor”, o mejor dicho en su decadencia; es una obra en donde podemos vernos tal cual somos, desnudos frente a las conductas que aplicamos con tanta naturalidad, o peor aún, que vemos llenos de omisión y complicidad.
Algún amigo de Juan Secaira dijo una vez en una conversación: “…Para leer esta clase de literatura, como la que escribe Juanito, debemos seguir un curso aparte…”, y es que tiene razón (no en forma literal), sino que para leer al Sujeto de ida debemos convertirnos, y ser sujetos, porque uno se siente plasmado entre tus páginas, se ve cojeando moribundo frente a sus versos, encuentra un enlace entre la poesía y su vida de tal forma que evoca sencilleces y complejidades de forma cotidiana, como: el amor, el sexo, la aventura romántica, la desdicha, la frustración, una pintura, la universidad, etc.

Cosas que alguna vez viviste y tuviste pero no recuerdas, o no les prestaste suficiente atención hasta darte cuenta que compartes desgracias con un Sujeto de ida, y que lo que conocías con un nombre, verdaderamente tiene miles, y que puedes encontrarte en lo más simple como la descripción de un lienzo (LIENZOS), o sobre unas sábanas húmedas… no importa cuál sea la situación, simplemente estás allí con tu vida absoluta develada frente a la voz poética, y el tiempo en tu universidad, el desobligo natural, tiene un nombre, y tiene varios, y todos los tomas y los ves.

En sí mismo cada verso se va enmarañando de forma bizarra con una parte de tu vida, y con menos sentido del que parece tener te da un flechazo al alma y arruga tus pensamientos trayendo fases de tu vida en las que pensabas estar, y no estuviste; retorcido entre un verso y otro, intentas percibir la realidad que no es otra que la tuya misma, y te topas con tu desdén juvenil, y allí se abre una herida a la cual te prestas inocente y te dejas llevar por instinto de forma masoquista y cínica.

Y se contempla la muerte bajo las lupas de la humanidad, de una humanidad equívoca, incompleta y disfuncional, que sabe que tarde o temprano contribuirá al alimento de la tierra, pero que dentro de eso ve las bellezas depresivas de la vida.
Es algo difícil de comprender, pero a su vez provoca ese sabor dulce en la boca, que te indica lo bello, lo propio; para mí no fue intencionada la obra sin embargo me siento identificado como tal, como el sujeto de ida, y siento que cada verso fuese el revestimiento de mi vida, y fuese “…la máscara que usa la tristeza en las horas de visita…”, y la insignificante existencia, que realmente no sabes si fuiste, eres o serás, si estás o no, y si aún sigues siendo el que creías ser.

Leerlo es disfrutar de las cosas pequeñas que ofrece la vida, y deleitarse en tus errores e inconsistencias, que como ser humano estás lleno de ellas; es verte teniendo una eyaculación, verte tomando unas cervezas, exactamente igual que verte siendo tú mismo.
Si aceptas el reto de conjugar tu vida con la del Sujeto de ida, que inconscientemente lo aceptas al leer su primera página, debes saber que la invitación hacia el misterio, hacia esa necesidad oscura del SÍ, te absorberá por completo, y pasarán días, y seguirás en tus no muy ortodoxas prácticas, pero ahora con una estrella bajo tu brazo.

Sabes que lo material y tangible ya no tiene misterio, pues es ahí donde NO está la poesía; al contrario, es cuando todo eso tambalea y tus sentidos se confunden y mezclan con tus sentimientos y recuerdos, donde nace la poesía, llevándote al éxtasis, consumido por un verso, una estrofa, un poema, un libro.

Hay cosas dentro de esta obra que pensaste alguna vez y no te atreviste a decir por miedo a sonar arrogante o no ser “apropiado”, y después de volverlas a vivir y sentir, desde la visión del sujeto, sabes que estás en lo cierto, sabes que no eres el único en pensarlo, sabes que es estúpido pensar algo sin decirlo, sabes que esos arrebatados momentos de irreverencia son las garras de tu SUJETO y que solamente es una entrada para lo que se viene.

Es el clímax constante que nos ofrece Juan, de inicio a fin, esa tensión mantenida y no perdida, incansable, es eso lo que hace disfrutar de lleno la obra, sentirla, percibirla, y abrirle una herida enorme a tu cuello para sepultar una cita, y tatuar en tu alma alguna ridícula identificación de “IDA”.

En la complejidad demandada por el libro, si algún día alguien pidiera mi opinión acerca de él, (cosa que dudo mucho suceda, y si sucede no es algo que interese mucho, pues no soy yo el artista creador), podría decir que es simplemente maravillosa, excitante de principio a fin, rica en amor y desamor, dotada en expresiones del alma, que posee una sobredosis de vida, así como de muerte simultánea; podría yo decir que es la historia de mi vida, de su vida, y de la tuya; podría decir que simplemente la leas y te tomes tú el trabajo de opinarla, pues por más “Narciso” que seas, no podrás interpretar al sujeto sin serlo.

Si pudiera decir algo relacionado al libro, diría que lo tomes y no lo sueltes hasta que tus manos pasen a ser alimento de gusanos, y que lo releas cada semana, porque el Sujeto de ida tiene algo nuevo que darte, y algo nuevo que jugarte en la mente.

Es para mí el vicio de releer este libro cada semana.
Lo que puedo decir del Sujeto de ida: Toma el sentido fatídico mortal del hombre y lo deposita en un gran saco de basura como es el mismo hombre.



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