jueves, 4 de mayo de 2017

Poético y humano Juan Secaira, por Pedro Gil Flores


                                                                                                         

Impulsado por sus ganas entrañables de no asfixiarse con el humo negro, nocivo, del smog de una lírica que aún contamina. Nos contamina. Este brillante poeta (conste que soy renuente a los adjetivos, zalamerías y compañía), prolonga el canto profundo: Prolongación del canto en el roce de los dedos de la mano izquierda, dice su poema Roce. Poesía vital. Siempre mis visitas a su hogar me asombran, me llenan de luz inmarcesible, inextinguible. La luz de su silencio.

Juan Secaira huye de la lástima y asume la poesía como un estoico contemporáneo, riéndole a sus hijos y a su esposa. A sus padres y a sus amigos. Y yo río con él. Porque, como sostenía Roberto Bolaño: “Literatura + enfermedad = enfermedad”. No jodan. Toda enfermedad culmina en el momento de nombrarla, nos dice Secaira. Y él lo dice en poesía. Grandeza de ser humano y poeta.

Y el asunto no queda así. Juan Secaira sentía y siente: un desafío por en vida no estar y no le molestaban ni le molestan los ruines que siempre hubo y habrá. Inmenso en talla física. Inmenso en vuelo poético.


Juan Secaira Velástegui no dejes de prender fuego. El fuego que sabe cuánto has demorado en escribir vida. Poeta con mayúsculas, tu fuego no se apagará nunca. 

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