viernes, 20 de diciembre de 2013

Sigamos soñando aunque se ha perdido la metafísica de la irrupción del eje mediante el cual se regeneran las arterias para elaborar una imagen aproximada a la consecución de un éxito farragoso.

                                            Obra de Luigi Stornaiolo

I

Un viaje turbio
estanques en la garganta tronada en segundos. 

El virus ahora en el cuello trayecto atorado en aspiraciones de fuego. 

Subimos de la mano de una luz
exhalaciones 
de un dios pordiosero

cubre una jaula al ave construida en papeles sin letras
narices quebradas 
y una
palidez.


II

Una cobija azul siempre azul y una sentencia entre las sábanas tocadas por el resplandor del despecho.

Responde con un gesto indiferente alelado mecánico. 
Alza su hombro 
el que le queda 
mueve su mano la que resta y se sumerge en la lectura: huimos todos huimos.

Soñar en un futuro parece pretencioso en ese galpón de paredes desnudas y rellanos sucios.

¿Hubo una voz?

Toma sus pastillas. 

Los recuerdos como venas se deslizan 
hincan y no siempre lastiman.

Su madre le ha dicho nuevamente esa mañana: Ya falta poco. 

Ríe una vez más mientras el agua cubre la estancia.

III

Deformación.
Mudarse a la otra mitad del cuerpo.

Desde ahí
contemplar lo que queda
con un dejo infantil.

Porciones de medicina, ciencias y artefactos
vino, páginas
y alguna acción 
que se suponga 

final.

domingo, 15 de diciembre de 2013

Una estétika del disimulo, de Miguel Varea




Fotografía tomada de diario El Comercio


Ayer terminé de releer el libro Una estétika del disimulo, de Miguel Varea, un libro desafiante de leer desde la letra, dibujada a mano, tachada, pintada, y con dibujos de igual forma, es como un delirio donde el individuo se manifiesta con todas las sensaciones dispuestas en un lenguaje, prueba de que lo que se oculta es tan nuestro como lo que se muestra. El secreto como significado de vida, no como pecado ni redención, sino como la prueba de humanidad honesta y efímera, en donde se debería perseguir atarse a uno mismo y por ese medio liberarse pero no para encajar (no desde el punto de vista adolescente de “nadie me entiende”), sino desde la manifestación del pensamiento y sentimiento mediante una premisa propia, o por lo menos genuina en su inminente derrota, y no por eso menos válida. 

Como lanzarse a una piscina en cámara lenta hasta sentir el agua. Digo pensamiento porque el libro está repleto de ideas acerca de la vida y el arte, no desde la moraleja o la condescendencia sino desde el acto de vivir en el derecho de la diferencia como el resultado (y no la pose) del transcurso de la existencia. La capacidad de hablar de una experiencia dejando de lado la vanidad y mirando y mirándose realmente. Además del humor, más como reflexión ante el agobio de una sociedad inmersa en su propio poder; una mirada única en todo lo que abarca el término. En ese sentido, el arte de Miguel Varea, y él como persona, jamás se han vendido, ni se ha atenuado su forma crítica de expresarse.

Un libro serio no en serie; uno que hace evidente que la creación está por fuera de cualquier condicionante extra: el dinero, el poder, la notoriedad, cuestiones hasta frívolas e insignificantes, como la noción tan pobre del “éxito”. 


Y cómo desde el arte se hace trizas la reproducción brutal y poderosa de gran parte de una sociedad que solamente crea artificios de los artificios en el apuro por sobresalir a como dé lugar; precisamente cuando “está de moda” cualquier militancia que solo persigue la consecución de intereses propios y legitimar prácticas de egoísmo y exclusión.


Una estétika del disimulo, una estética con una ética que emociona y hace pensar, un texto escrito con todo, lejos de la banalidad y el oportunismo.
Lejos.