jueves, 24 de julio de 2014
Hoy presentación de Sujeto de ida
sábado, 19 de julio de 2014
De Sujeto de ida, por Esteban Mayorga
De
Sujeto de ida
Por
Esteban Mayorga
Una posible lectura del
último poemario de Juan Secaira Velástegui surge a partir de mirar solamente
los vacíos del texto: cuando escribe, por ejemplo, “la ley del vuelo suprime el
cielo”, lo que quiere decir es que el código, o el criterio conceptual que
supuestamente debe gobernar el acto de volar, antes de volar, ya destruye el
espacio que le permite crearse. El concepto, en este verso, no existe: es como
si la idea, o la significación que le permite funcionar, a priori, primara
sobre el fenómeno a pesar de saber que sin él ese concepto no podría aplicarse
pues no tendría razón de ser. Esto ocurre similarmente a la idea kantiana de la
intuición que supuestamente se da antes de que los sentidos capturen la
experiencia, pero con la diferencia de que la enunciación de Secaira aparece en
una imagen deliciosa.
“Errar / en minutos fijos
de la memoria”: cosa similar pasa aquí, pero desde la ilusión del tiempo que,
como todos sabemos, no es lineal sino completamente arbitrario en su
verticalidad. Pero las imágenes no están solamente compuestas desde una idea, o
de la fijación del ideal, sino también desde elementos en apariencia simples:
escribir, por ejemplo, “El fútbol como extrañamiento” es no escribir nada, pero
sí es desear que el extrañamiento, no
definido en el contexto de la vanguardia sino en el de la representación
trágica y vana de la cultura popular, se manifieste a partir de lo que en
apariencia es superficial fanatismo.
El verso “Anhelar las
venas en su sitio” propone casi lo mismo: que todo tiene una falta o carencia
esencial —la imposibilidad de volar o de comprender el tiempo en los versos de
arriba—, la cual, en este caso, es que la sangre no circula por la vía correcta
no solo porque las venas estén descolocadas, que no puede ser una cuestión
meramente espacial, sino porque el énfasis de la representación poética solo
puede estar en el “anhelo”; la poesía parece que solo puede ocurrir desde un
espacio deseado o anhelado. Si es que este deseo se llegara a alcanzar el
impulso creador ya no existiría porque el anhelo pierde su razón de ser, deja
de ser deseo el momento en el que llega a materializarse. Si esto llegara a
ocurrir nos quedaríamos con “Solo un artefacto con herramientas inservibles” o
con “La enfermedad (que) no tiene nada que ver con la voluntad” o con unos
dedos de los que “No brotan las uñas”. El estadio ideal pasa a ser el estadio
anormal, lo principal es entonces enfatizar la carencia (lo inservible, la
enfermedad, la falta de uñas, el destiempo, etc.) para crear a partir de ella.
Lo único que pareciera
completar esta insuficiencia vendría a ser la palabra: “El poema es contención
ante la desmesura del silencio”, donde el silencio se entiende como un extremo
de lo que falta, no como un estado natural. De modo similar a como el vuelo se
hace imposible porque su concepto borra el espacio que lo hace posible, la
palabra poética es capaz de contener el silencio que lo define todo desde la
lectura de lo que no se escribe. Las imágenes cambian, pero el concepto de la
imposibilidad, o de la carencia, se vuelve a repetir sin cese: “Los pájaros
vuelan sin alas”, “Perdido en las altas montañas de Quito”, “La condena
bambolea una esfera”.
Sujeto
de ida viene
entonces no solo a enfatizar la carencia del significado en la representación
como una creación en sí, sino también a estabilizarla por el mismo medio que
intenta denunciar. Que es, supuestamente, el referente verbal compuesto por un
movimiento que no muestra una solución definitiva, pero que sí captura el
sentimiento de la aproximación para intentar reinscribirla. En un sentido
estricto el poemario quiere decir algo así como “La gramática suprime la
escritura; te voy a decir cómo” y los versos empiezan a fluir para mostrarlo.
Esteban Mayorga (1977) es autor de los libros de relatos Un cuento violento y Musculosamente, y de la novela corta Vita Frunis. Ha recibido el premio
Gallegos Lara del municipio de Quito y el Pablo Palacio del Ministerio de
Cultura del Ecuador. Actualmente vive en Búfalo, Nueva York.
jueves, 17 de julio de 2014
martes, 15 de julio de 2014
Sujeto de ida, Por Beatriz Giovanna Ramírez
Sujeto de ida
Por Beatriz Giovanna
Ramírez
La poesía, al igual que
toda manifestación estética y artística, nos tiene que atravesar y no dejarnos
indiferentes. De no ser así, más vale dedicar el tiempo a otros oficios. Diré
que leer «Sujeto de ida», del escritor Juan Secaira, conlleva
temerariamente a encontrarnos con las palabras bien afiladas, que como un ente
estético y lógico, rítmico y pictórico, deconstruyen al sujeto para que sea él
mismo.
No hay duda de que en la
obra poética se produce la vida y que nos balanceamos entre los estadios de la
denotación y la connotación, que los versos alcanzan el punto máximo y reflejan
en su rostro al hombre.
El sujeto lírico de
Secaira nos lleva de inmediato al mundo de la experiencia y lo cotidiano, que
afirma la ficcionalidad inherente entre lo real y lo simbólico. Es poesía viva,
sin poses, ni artificios; es poesía tejida, es piel que siente y se enferma.
Secaira dice lo indecible con naturalidad, cada poema nos acerca a una cuestión
extrema que trasciende, como una realidad que es pura ilusión. El sujeto, nos
diría Lacan, no puede ejercer nunca la soberanía sobre sí mismo, sino que
únicamente puede surgir en el discurso intersubjetivo con el otro. Para
Nietzsche, el sujeto, no es algo dado, sino algo añadido, inventado y
proyectado sobre lo que hay. Para mí, el sujeto ido, no es una expresión
figurativa, es un hombre que sabe adónde ir y que va arrojando manojos de
realidad sobre el mundo.
Quiero considerar que en
la poesía, el poeta antes de caminar, tiene que atreverse a correr, a huir, a
reflexionar lo incomprensible de la vida. Si un poeta no se permite el error, a
cuestionar el resultado de la vida, bien le valdría escribir un libro de
autoayuda o ponerse a hacer acrósticos manidos. El poeta tiene que llegar a esa
construcción ontológica que nos acerca a nosotros mismos, sin doctrinas, sin
cuerpos de conocimientos preconcebidos, tiene que alcanzar a ese lejano país de
la moral escondida, de la doble moral y tiene que llegar y revelarnos la moral
realmente vivida. El poemario de Juan Secaira supera esos dilemas del
maquillaje gramatical que encontramos muchas veces al leer a otros
poetas. «Sujeto de ida» aspira, esa mi lectura, a la poesía que actúa
simultáneamente como objeto y sujeto reflexivo, a la poesía que nos devuelve,
por fin, a la experimentación de la posibilidad de ser sujeto consciente, que aunque
cargado de prejuicios a veces dolorosos, nos lleva nuevamente al “Yo y otros
más”, a descubrirnos y a cuestionarnos. Espero que en la lectura de este libro
se encuentren arropados con el sujeto lírico transgresor y sensiblemente humano
de Juan Secaira.
jueves, 10 de julio de 2014
Sujeto de ida, por Ana Cecilia Blum
Tu poesía, mi amigo, es “un animal furioso” que procura tenazmente “soplar arena en heridas abiertas”. Calan tus versos, Juan, como haciendo nido en la carne incurable, y allí se quedan agitándose, en esa llaga permanente, en una vida.
Yo apuesto por los versos que pinchan y sacuden, por los que molestan adentro, porque deciden estar para hacer huecos, sujetos de ida y más aún de llegada, huéspedes de agudeza, andantes feroces de la memoria. Esos son tus bellos y dolientes versos.
Gracias por estremecernos y punzarnos. ~ Ana Cecilia Blum
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