Fotografía tomada de diario El Comercio
Como lanzarse a una piscina en cámara lenta hasta sentir el agua. Digo pensamiento porque el libro está repleto de ideas acerca de la vida y el arte, no desde la moraleja o la condescendencia sino desde el acto de vivir en el derecho de la diferencia como el resultado (y no la pose) del transcurso de la existencia. La capacidad de hablar de una experiencia dejando de lado la vanidad y mirando y mirándose realmente. Además del humor, más como reflexión ante el agobio de una sociedad inmersa en su propio poder; una mirada única en todo lo que abarca el término. En ese sentido, el arte de Miguel Varea, y él como persona, jamás se han vendido, ni se ha atenuado su forma crítica de expresarse.
Un libro serio no en serie; uno que hace evidente que la creación está por fuera de cualquier condicionante extra: el dinero, el poder, la notoriedad, cuestiones hasta frívolas e insignificantes, como la noción tan pobre del “éxito”.
Y cómo desde el arte se hace trizas la reproducción brutal y poderosa de gran parte de una sociedad que solamente crea artificios de los artificios en el apuro por sobresalir a como dé lugar; precisamente cuando “está de moda” cualquier militancia que solo persigue la consecución de intereses propios y legitimar prácticas de egoísmo y exclusión.
Una estétika del disimulo, una estética con una ética que emociona y hace pensar, un texto escrito con todo, lejos de la banalidad y el oportunismo.
Lejos.
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