viernes, 21 de noviembre de 2014

Acerca de El Sujeto de ida…


Por: Adrián E. L. Albuja

Es el reflejo de una sociedad en todo su “esplendor”, o mejor dicho en su decadencia; es una obra en donde podemos vernos tal cual somos, desnudos frente a las conductas que aplicamos con tanta naturalidad, o peor aún, que vemos llenos de omisión y complicidad.
Algún amigo de Juan Secaira dijo una vez en una conversación: “…Para leer esta clase de literatura, como la que escribe Juanito, debemos seguir un curso aparte…”, y es que tiene razón (no en forma literal), sino que para leer al Sujeto de ida debemos convertirnos, y ser sujetos, porque uno se siente plasmado entre tus páginas, se ve cojeando moribundo frente a sus versos, encuentra un enlace entre la poesía y su vida de tal forma que evoca sencilleces y complejidades de forma cotidiana, como: el amor, el sexo, la aventura romántica, la desdicha, la frustración, una pintura, la universidad, etc.

Cosas que alguna vez viviste y tuviste pero no recuerdas, o no les prestaste suficiente atención hasta darte cuenta que compartes desgracias con un Sujeto de ida, y que lo que conocías con un nombre, verdaderamente tiene miles, y que puedes encontrarte en lo más simple como la descripción de un lienzo (LIENZOS), o sobre unas sábanas húmedas… no importa cuál sea la situación, simplemente estás allí con tu vida absoluta develada frente a la voz poética, y el tiempo en tu universidad, el desobligo natural, tiene un nombre, y tiene varios, y todos los tomas y los ves.

En sí mismo cada verso se va enmarañando de forma bizarra con una parte de tu vida, y con menos sentido del que parece tener te da un flechazo al alma y arruga tus pensamientos trayendo fases de tu vida en las que pensabas estar, y no estuviste; retorcido entre un verso y otro, intentas percibir la realidad que no es otra que la tuya misma, y te topas con tu desdén juvenil, y allí se abre una herida a la cual te prestas inocente y te dejas llevar por instinto de forma masoquista y cínica.

Y se contempla la muerte bajo las lupas de la humanidad, de una humanidad equívoca, incompleta y disfuncional, que sabe que tarde o temprano contribuirá al alimento de la tierra, pero que dentro de eso ve las bellezas depresivas de la vida.
Es algo difícil de comprender, pero a su vez provoca ese sabor dulce en la boca, que te indica lo bello, lo propio; para mí no fue intencionada la obra sin embargo me siento identificado como tal, como el sujeto de ida, y siento que cada verso fuese el revestimiento de mi vida, y fuese “…la máscara que usa la tristeza en las horas de visita…”, y la insignificante existencia, que realmente no sabes si fuiste, eres o serás, si estás o no, y si aún sigues siendo el que creías ser.

Leerlo es disfrutar de las cosas pequeñas que ofrece la vida, y deleitarse en tus errores e inconsistencias, que como ser humano estás lleno de ellas; es verte teniendo una eyaculación, verte tomando unas cervezas, exactamente igual que verte siendo tú mismo.
Si aceptas el reto de conjugar tu vida con la del Sujeto de ida, que inconscientemente lo aceptas al leer su primera página, debes saber que la invitación hacia el misterio, hacia esa necesidad oscura del SÍ, te absorberá por completo, y pasarán días, y seguirás en tus no muy ortodoxas prácticas, pero ahora con una estrella bajo tu brazo.

Sabes que lo material y tangible ya no tiene misterio, pues es ahí donde NO está la poesía; al contrario, es cuando todo eso tambalea y tus sentidos se confunden y mezclan con tus sentimientos y recuerdos, donde nace la poesía, llevándote al éxtasis, consumido por un verso, una estrofa, un poema, un libro.

Hay cosas dentro de esta obra que pensaste alguna vez y no te atreviste a decir por miedo a sonar arrogante o no ser “apropiado”, y después de volverlas a vivir y sentir, desde la visión del sujeto, sabes que estás en lo cierto, sabes que no eres el único en pensarlo, sabes que es estúpido pensar algo sin decirlo, sabes que esos arrebatados momentos de irreverencia son las garras de tu SUJETO y que solamente es una entrada para lo que se viene.

Es el clímax constante que nos ofrece Juan, de inicio a fin, esa tensión mantenida y no perdida, incansable, es eso lo que hace disfrutar de lleno la obra, sentirla, percibirla, y abrirle una herida enorme a tu cuello para sepultar una cita, y tatuar en tu alma alguna ridícula identificación de “IDA”.

En la complejidad demandada por el libro, si algún día alguien pidiera mi opinión acerca de él, (cosa que dudo mucho suceda, y si sucede no es algo que interese mucho, pues no soy yo el artista creador), podría decir que es simplemente maravillosa, excitante de principio a fin, rica en amor y desamor, dotada en expresiones del alma, que posee una sobredosis de vida, así como de muerte simultánea; podría yo decir que es la historia de mi vida, de su vida, y de la tuya; podría decir que simplemente la leas y te tomes tú el trabajo de opinarla, pues por más “Narciso” que seas, no podrás interpretar al sujeto sin serlo.

Si pudiera decir algo relacionado al libro, diría que lo tomes y no lo sueltes hasta que tus manos pasen a ser alimento de gusanos, y que lo releas cada semana, porque el Sujeto de ida tiene algo nuevo que darte, y algo nuevo que jugarte en la mente.

Es para mí el vicio de releer este libro cada semana.
Lo que puedo decir del Sujeto de ida: Toma el sentido fatídico mortal del hombre y lo deposita en un gran saco de basura como es el mismo hombre.



jueves, 21 de agosto de 2014

Luigi Stornaiolo

Con el maestro de la pintura
y de la vida
Luigi Stornaiolo.


Más allá y acá de discursos, homenajes
y retórica
si alguien puede ser considerado brillante y
genial
es Luigi
desde su obra pictórica
inigualable
hasta sus palabras
y actitudes
humanas, irónicas, cuestionadoras
reales.


Conocerle, escucharle, compartir
un poco del tiempo
que va y viene
ha sido único.


Un gracias
se queda corto
pero aun así
siempre gracias
por todo.
Un abrazo.

miércoles, 13 de agosto de 2014

Sujeto de ida, palabras de Margarita Altuna



Es esencial leer novelas, cuentos y poemas que generan reflexión, que por un instante nos transportan a ese espacio descrito, dibujado con palabras, que nos hace sentir vértigo, ansiedad, pasión. Entre mis mejores amigos, inolvidables porque crecieron conmigo y me hicieron crecer están Crimen y castigo, Los siete locos, Un hombre muerto a puntapiés, La casa de cartón, Los heraldos negros, En la masmédula… y ahora Sujeto de ida, del poeta ecuatoriano Juan Secaira.
Treinta y un poemas dan vida a Sujeto de ida. Cada poema es una conjunción de elementos propios que sumados ofrecen un único resultado: la voz poética de Juan Secaira, una voz firme, aguda, observadora, minuciosa, singular, que estuvo presente en su libro anterior, No es dicha (Premio Nacional de Poesía Jorge Carrera Andrade), y que en Sujeto de ida se reafirma.
Adentrarse en el mundo del Sujeto de ida es una verdadera aventura, y espero que sea para cada lector tan personal como la mía. Empiezo a leer y pregunto: ¿Quién es el sujeto? Yo, tú, él, ella, usted; la respuesta es difícil de digerir porque todos estos pronombres se personifican en el Sujeto de ida, un sujeto falto de juicio que camina por la vida sin historia, sin memoria, sin nombres, sin números de teléfono. Debe mentir para expandirse, para aliviar el dolor, la molestia, el amor; sin importarle la sentencia de la madre: “errar en minutos”, o la promesa del padre: “danzar con cuerpos de muerte”. Tiene encuentros fortuitos, con violencia, humo, “comunión de estropajos”, de seres sucios y vivos que habitan en una civilización enferma de una “enfermedad sin nombre”, que viven en el circo de la vida donde la “muchedumbre canta”, que son “Gente. / Máquinas”.
Al Sujeto de ida no le interesa reconstruir fragmentos, prefiere esparcirlos por la arena, “bien lejos para nada más encontrarlos en el siguiente / acabose”. Este acto convierte su existencia en un eterno retorno en donde la serpiente se muerde la cola. Volverá el acabose porque “la redención es inútil”. ¿Qué sucedería si sus actos no se repitieran?
El sujeto no es ni bueno ni malo, simplemente está vivo y pregunta “pero qué es eso: soñar es vivir, delirar, pensar, anhelar, odiar. / Vivir. O mal vivir, o sobrevivir”. Tiene tanta conciencia en medio de la inconsciencia y por un momento logra ser guerrero. Por fin consigue una unión sin muerte: “El deleite / inmune / reacio / vivo”.
Profundizar en el mundo del Sujeto de ida, poemario sinfónico libre, de lecturas independientes, es complejo, como el ser humano. El corpus, el poema y cada verso generan conciencia. ¿A dónde transportan estos versos? Se mueve, delira… Desaparecer entre la multitud desintegrada… Quien te quiere de da el primer tajo... El día es el anhelo de la voz… ¿Qué dice esta imagen? Diletantes frutos sujetos a árboles hundidos, en el lodazal del encanto… Qué ironía, juntos están adjetivos de placer, verbos y sustantivos de connotaciones imperfectas, deformes. Siempre están unidos lo blanco y lo negro sin maniqueísmo alguno. Este es el universo del Sujeto de ida, que desata un proceso de introspección que obliga a reflexionar, lo quieras o no.

Margarita Altuna
Catedrática de la Universidad de Tampa,

Departamento de Lenguas y Lingüística

lunes, 4 de agosto de 2014

PRESENTACIÓN POEMARIO “SUJETO DE IDA” DE JUAN SECAIRA, por Liyanis González / jueves 24 de julio 2014/ CCE


 Confieso ser extremadamente vulnerable ante el pedido de presentar un libro de poesía. Empiezo a divagar, a dispersarme en el enmarañado bosque del lenguaje, ineludible para comenzar la labor de escritura. Más cuando ese pedido viene de un poeta que admiro y aprecio, y que con sus textos me reafirma en la necesidad de entrar como una iniciada en los secretos más intangibles del ser humano, y por lo tanto, los más recónditos de su espíritu. Materia de la que está hecho el poemario “Sujeto de ida” de Juan Secaira.

Confieso, que ya había quedado deslumbrada con su libro “No es dicha”, y ahora al enfrentar “Sujeto de ida”, desde su título, la imagen de portada que re-matiza y da más fuerza al objeto, los epígrafes, hasta el último de sus textos, no me queda la menor duda que el poeta padece en cada poema. En Juan ese padecimiento es el movimiento que, desde su interior, proyecta la palabra a su máximo sentido, de tal forma que los enlaces encabalgan un sentimiento primigenio que el lector recibe inmediatamente no como vanidad, sino como exorcismo.

Con el binomio existencia-dolor como hilo conductor, “Sujeto de ida”, comienza con una especie de despedida-símbolo, para recobrar el tiempo vivido haciendo uso de la memoria afectiva del poeta, y que es el detonante en cada uno de sus textos mediante aquellas preguntas que no tienen respuestas, pero que construyen certeramente una vida que debe continuar tras el dolor, un viaje sin retorno sumergido en su conciencia. Me enfrentaba entonces ante un poemario de agudas aristas, donde la concepción de la poesía se enlaza con una fuerte y valiente defensa de la vida.

Cito: “Así ha sido esta enfermedad sin nombre. ¤ Así, sin preguntar ni pedir permiso. ¤ Pocos saben lo que es tener un brazo muerto ¤ La existencia nos lleva ¤ víctimas no somos ¤ solo extraños”. De esta manera la voz del poeta me hizo calar en sus versos como el frío o la humedad en los huesos, en su roce diario con la vida hecha de fricciones, limaduras dolorosas, rozaduras de la piel. Pidiéndome que entrara a ese espacio, donde el vacío no es la nada, sino la acumulación, el abigarramiento, la superposición de las trampas.

A medida que iba leyendo estos textos que no me pertenecían, los iba haciendo míos, y en ese centro que me reflejaba el autor, definía el corpus de cada poema, su poder de expresión, la fecundidad de su signo: “Sacrilegios de la memoria, asir el nombre, el cuerpo, el gemido, la extremaunción ¤ latido, veneno, ron en la mesa ¤ la oscuridad del huerto sembrado por dos cruces”. Exposición metafórica de búsqueda que implica la experimentación, el proceso, y el no crear límites a la evolución en la voz del poeta. Allí donde asume una postura fatídica ante sus versos, y en la relación con su lugar frente a la proyección de su mundo.

Sus confesiones se me iban desgranando poco a poco, y suelta aquello sin más: “Vanagloriarse, peor, de conquistas, de triunfos, de amores, de preludios ¤ de noches en donde el sexo se convierte ¤ aupado por las máscaras que recorren la piel.” Cada texto como la comunión permanente con el acto creador, donde el autor, sin permitirse desviaciones o fantasiosidad ligera que lo induzcan a escribir para complacer algo o a alguien, halla en la necesidad de comprensión de su realidad, lo palpable; y en esa aprehensión, nos conduce por un camino de imágenes y símbolos que nos traducen lo que va fermentándose en lo sucesivo de sus días y noches, como: “Permanecer estático porque las piernas no dan ¤ ceremonia de vértigo por dentro. ¤ Paulatina exactitud caótica ¤ en el miedo del equilibrio que falla por acumulación.” Circunstancias repletas de elementos crípticos que nos provocan un tono constante de resentimiento, de lucha, una batalla que el poeta debe librar a cada instante. Mezcla equilibrada entre sensación, expresión y comunicación; y entre esos conceptos, aparece el más desconcertante de todos sus hallazgos: el viaje de ida. Sentencia estremecedora para resistir en su altar del yo-sujeto bajo la tutela de un dolor que no cambia de rumbo, y que se le atrinchera como un maleficio. De ella no hace voto por la pena, la causa eximente, libertad que se encumbra cuando se sobrevive al desdén y la desidia.
                                            Juan Secaira y Liyanis González Padrón.

Y desde la otra arista, Juan, con una voracidad profanadora, nos advierte: “La redención es inútil, germen de capillas semivacías. ¤ Ático de las imploraciones. ¤ El confín donde se esconde dios”. Lenguaje condensado en el hecho poético para mostrarnos al hombre sin rúbricas ni ceremonias, dispuesto a sajarse en el purgatorio. Ejercicio para soportar la existencia, la tonsura ante el cuestionamiento de la fe muerta, replanteo de intersticios cuando alude a: “Sujeto convertido en obituario químico desplazado al rincón de las telarañas ¤ pelusa ¤ moho”, para trashumar, adherirse a lo inevitable: su concesión, su abstinencia.

La poesía de Juan trasciende lo doméstico sin ser domesticada, transita la casa, recorre el itinerario preestablecido por la cotidianidad, a ratos paternal como un arrullo lírico a los hijos, al padre, al abuelo. Es allí donde los duros bordes de su realidad se difuminan en momentos en que sus versos se vuelven luminosos y visionarios. Tras ese deslumbramiento desfilan las calles de su ciudad, los bares, la cancha de futbol, los campanarios. Indagación existencial que a lo largo de todo el poemario va creciendo, haciéndose más evidente; retorna, raspa, busca y anega.

Discurso no construido desde el artificio, la pirueta, el arabesco estéril, sino desde el riesgo y la desnudez. “Tensar el arco, cavar la tumba, aguantar el cielo ¤ La flecha escoria la tierra húmeda ¤ Va el humo al mismo incierto lugar que la añoranza.” Experiencia de vida lacerante que se concentra y se agota en el propio acto de la escritura. Complicidad con la que el poeta pasa, se detiene y mira, se asoma, se entromete y atisba en el lienzo del texto.

Juan Secaira es un poeta de energías. Su voz es aquella que no sopesa su propio idioma, sino que lo decanta, lo recrea, lo vivifica, y muestra de ello es este libro “Sujeto de ida”, táctil, vivencial, que habla de la coexistencia con lo doloroso que implica el vivir, que nos aumenta las interrogantes como vertientes abrasadoras, en donde su esencia imbrica connotaciones de una poesía surgida por el padecimiento. Un autobombardeo en la mesa donde proyecta tanta sensibilidad, un haber atmosférico interior, semántico, descarnante.

Al final se impone el recuento, la memoria. No hay culpables, tampoco la enfermedad, solo si existiera la ingenuidad humana ante la creencia de lo imperecedero, antes del golpe final, antes de que se produzca la epifanía de la existencia breve. Porque es frase certera, y Juan lo sabe, que “El hombre ha de sufrir siempre los días que conquista.”




viernes, 1 de agosto de 2014

Sujeto de ida, por Silvia Stornaiolo


“Para escribir solo hay que hacerlo, no parecerlo”.  

Siento que ese debería ser el lema de Juan, a quien imagino en su escritorio escribiendo salvaje y desesperadamente, con el que me encuentro caminando a mediodía por la Amazonas de las manos de sus hijos, que los acaba de recoger de la escuela; con quien las conversaciones no tienen tiempo ni ganas de acabarse cuando vamos por una cervecita al restaurante griego.

Del momento de la pasión, de eso se trata este libro Sujeto de ida, de esa espera dramática, de un abrazo.

La ansiedad, las máscaras, la avidez, los caprichos y antojos son sus aliados, también la pena, pero eso sí, sin afán de víctimas, eso bajo ningún concepto. Conozco a Juan hace ya algún tiempo y sé que su lucha va por otro lado, se va hacia lugares donde puede renacer constantemente.

Su poesía es aguda, está sólida y plantada, se siente un pisotón en el momento de terminar cada uno de los treinta y un poemas que dan vida a Sujeto de ida, como para ponerse firme ante el siguiente, simplemente no hay descanso ni siquiera cuando terminas el libro, te deja sembrada la posibilidad o el finiquito en imágenes impetuosas y efervescentes.

La inocencia de Juan es una jugada sucia, se entrevé de soslayo, entrelíneas y cuando crees que te vas a encontrar con ella, cae el hachazo del atropello, del delito, del ido, de este sujeto que te está llevando al quiebre página a página y con descontrol.

Cito a Juan:

Portada: Luigi Stornaiolo.



Promesa del padre en mandil y estetoscopio: danzar con cuerpos de muerte.


Frases estremecedoras como esta –que rebosan en Sujeto de ida– nos devuelven a la necesaria soledad, a obedecer al sentimiento, a escaparnos de este mundo horrible lleno de gente, a darle finalmente el tiempo que se merece el desamparo.

jueves, 24 de julio de 2014

Hoy presentación de Sujeto de ida



Llego el día, hoy a las 7 los espero en la sala Jorge Icaza, de la Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión, está visto que la poesía no es en extremo popular, y mucho menos yo, por eso se confía en el genuino interés de la gente, para que esta noche logre ser inolvidable. Gracias a todos por su apoyo, a quienes me han escrito y llamado, y a los medios de comunicación que se han atrevido, con talento y profesionalismo, a difundir, acercarse y dar luces al Sujeto de ida. Abrazos grandes y acá seguimos, con alegría e ilusión.

sábado, 19 de julio de 2014

De Sujeto de ida, por Esteban Mayorga

De Sujeto de ida
Por Esteban Mayorga



Una posible lectura del último poemario de Juan Secaira Velástegui surge a partir de mirar solamente los vacíos del texto: cuando escribe, por ejemplo, “la ley del vuelo suprime el cielo”, lo que quiere decir es que el código, o el criterio conceptual que supuestamente debe gobernar el acto de volar, antes de volar, ya destruye el espacio que le permite crearse. El concepto, en este verso, no existe: es como si la idea, o la significación que le permite funcionar, a priori, primara sobre el fenómeno a pesar de saber que sin él ese concepto no podría aplicarse pues no tendría razón de ser. Esto ocurre similarmente a la idea kantiana de la intuición que supuestamente se da antes de que los sentidos capturen la experiencia, pero con la diferencia de que la enunciación de Secaira aparece en una imagen deliciosa.

“Errar / en minutos fijos de la memoria”: cosa similar pasa aquí, pero desde la ilusión del tiempo que, como todos sabemos, no es lineal sino completamente arbitrario en su verticalidad. Pero las imágenes no están solamente compuestas desde una idea, o de la fijación del ideal, sino también desde elementos en apariencia simples: escribir, por ejemplo, “El fútbol como extrañamiento” es no escribir nada, pero sí es desear que el extrañamiento, no definido en el contexto de la vanguardia sino en el de la representación trágica y vana de la cultura popular, se manifieste a partir de lo que en apariencia es superficial fanatismo.

El verso “Anhelar las venas en su sitio” propone casi lo mismo: que todo tiene una falta o carencia esencial —la imposibilidad de volar o de comprender el tiempo en los versos de arriba—, la cual, en este caso, es que la sangre no circula por la vía correcta no solo porque las venas estén descolocadas, que no puede ser una cuestión meramente espacial, sino porque el énfasis de la representación poética solo puede estar en el “anhelo”; la poesía parece que solo puede ocurrir desde un espacio deseado o anhelado. Si es que este deseo se llegara a alcanzar el impulso creador ya no existiría porque el anhelo pierde su razón de ser, deja de ser deseo el momento en el que llega a materializarse. Si esto llegara a ocurrir nos quedaríamos con “Solo un artefacto con herramientas inservibles” o con “La enfermedad (que) no tiene nada que ver con la voluntad” o con unos dedos de los que “No brotan las uñas”. El estadio ideal pasa a ser el estadio anormal, lo principal es entonces enfatizar la carencia (lo inservible, la enfermedad, la falta de uñas, el destiempo, etc.) para crear a partir de ella.

Lo único que pareciera completar esta insuficiencia vendría a ser la palabra: “El poema es contención ante la desmesura del silencio”, donde el silencio se entiende como un extremo de lo que falta, no como un estado natural. De modo similar a como el vuelo se hace imposible porque su concepto borra el espacio que lo hace posible, la palabra poética es capaz de contener el silencio que lo define todo desde la lectura de lo que no se escribe. Las imágenes cambian, pero el concepto de la imposibilidad, o de la carencia, se vuelve a repetir sin cese: “Los pájaros vuelan sin alas”, “Perdido en las altas montañas de Quito”, “La condena bambolea una esfera”.

Sujeto de ida viene entonces no solo a enfatizar la carencia del significado en la representación como una creación en sí, sino también a estabilizarla por el mismo medio que intenta denunciar. Que es, supuestamente, el referente verbal compuesto por un movimiento que no muestra una solución definitiva, pero que sí captura el sentimiento de la aproximación para intentar reinscribirla. En un sentido estricto el poemario quiere decir algo así como “La gramática suprime la escritura; te voy a decir cómo” y los versos empiezan a fluir para mostrarlo.



Esteban Mayorga (1977) es autor de los libros de relatos Un cuento violento y Musculosamente, y de la novela corta Vita Frunis. Ha recibido el premio Gallegos Lara del municipio de Quito y el Pablo Palacio del Ministerio de Cultura del Ecuador. Actualmente vive en Búfalo, Nueva York.

martes, 15 de julio de 2014

Sujeto de ida, Por Beatriz Giovanna Ramírez

Sujeto de ida
Por Beatriz Giovanna Ramírez

La poesía, al igual que toda manifestación estética y artística, nos tiene que atravesar y no dejarnos indiferentes. De no ser así, más vale dedicar el tiempo a otros oficios. Diré que leer «Sujeto de ida», del escritor Juan Secaira, conlleva temerariamente a encontrarnos con las palabras bien afiladas, que como un ente estético y lógico, rítmico y pictórico, deconstruyen al sujeto para que sea él mismo.
No hay duda de que en la obra poética se produce la vida y que nos balanceamos entre los estadios de la denotación y la connotación, que los versos alcanzan el punto máximo y reflejan en su rostro al hombre.
El sujeto lírico de Secaira nos lleva de inmediato al mundo de la experiencia y lo cotidiano, que afirma la ficcionalidad inherente entre lo real y lo simbólico. Es poesía viva, sin poses, ni artificios; es poesía tejida, es piel que siente y se enferma. Secaira dice lo indecible con naturalidad, cada poema nos acerca a una cuestión extrema que trasciende, como una realidad que es pura ilusión. El sujeto, nos diría Lacan, no puede ejercer nunca la soberanía sobre sí mismo, sino que únicamente puede surgir en el discurso intersubjetivo con el otro. Para Nietzsche, el sujeto, no es algo dado, sino algo añadido, inventado y proyectado sobre lo que hay. Para mí, el sujeto ido, no es una expresión figurativa, es un hombre que sabe adónde ir y que va arrojando manojos de realidad sobre el mundo.

Quiero considerar que en la poesía, el poeta antes de caminar, tiene que atreverse a correr, a huir, a reflexionar lo incomprensible de la vida. Si un poeta no se permite el error, a cuestionar el resultado de la vida, bien le valdría escribir un libro de autoayuda o ponerse a hacer acrósticos manidos. El poeta tiene que llegar a esa construcción ontológica que nos acerca a nosotros mismos, sin doctrinas, sin cuerpos de conocimientos preconcebidos, tiene que alcanzar a ese lejano país de la moral escondida, de la doble moral y tiene que llegar y revelarnos la moral realmente vivida. El poemario de Juan Secaira supera esos dilemas del maquillaje gramatical que encontramos muchas veces al leer a otros poetas. «Sujeto de ida» aspira, esa mi lectura, a la poesía que actúa simultáneamente como objeto y sujeto reflexivo, a la poesía que nos devuelve, por fin, a la experimentación de la posibilidad de ser sujeto consciente, que aunque cargado de prejuicios a veces dolorosos, nos lleva nuevamente al “Yo y otros más”, a descubrirnos y a cuestionarnos. Espero que en la lectura de este libro se encuentren arropados con el sujeto lírico transgresor y sensiblemente humano de Juan Secaira.

jueves, 10 de julio de 2014

Sujeto de ida, por Ana Cecilia Blum



Tu poesía, mi amigo, es “un animal furioso” que  procura tenazmente “soplar arena en heridas abiertas”. Calan tus versos, Juan, como haciendo nido en la carne incurable, y allí se quedan agitándose, en esa llaga permanente, en una vida. 
Yo apuesto por los versos que pinchan y sacuden, por los que molestan adentro,  porque deciden estar para hacer huecos, sujetos de ida y más aún de llegada, huéspedes de agudeza, andantes feroces de la memoria. Esos son tus bellos y dolientes versos.
Gracias por estremecernos y punzarnos. ~ Ana Cecilia Blum

viernes, 2 de mayo de 2014

Moscas de plata


Moscas de plata, libro escrito por Peky Andino (Casa de la Cultura Ecuatoriana, 2014)
Peky Andino presentó su libro Moscas de Plata

  Poesía en el ruido del silencio auténtico, en la luz de la oscuridad de los días, en amores crueles y desamores reales, en noches de salvaje ternura, perdición, música, memoria y olvido, donde vuelan moscas de plata en cadáveres que todavía se mueven. Con un sujeto lírico desprendido de la moda pop de los sin a
lma; amando y odiando, viéndose lejos del egocentrismo sobrador y ciego que otorga el supuesto triunfo social o económico seudo romántico y farfullero. Sin querer agradar o sorprender, peor acomodarse para convertirse en monedita de oro.

El poemario moscas de plata es poesía de verdad; un poderoso viaje de intensidad y belleza bajo fuego, vivas remembranzas de un hoy sostenido desde la valentía de no entrar en el juego impuesto por el sistema, sino eludirlo con arte y saber hacerlo sin agachar la cabeza en este “campo de concentración” que, muchas veces, es la vida.

“en cuerpo agonizo,
vomito pájaros negros
como un preludio del final”.