Por Adrián Albuja
Saludos a todos los
presentes, en esta noche me quiero referir a la “Ribera de cristal”, el último
“hijo” de nuestro querido y conocidísimo Juan Secaira, quien a través de todos
sus logros, la colección tan grande de premios que han tenido sus obras, y
desde luego usando también aquellos versos publicados en Facebook de vez en
cuando, nos ha hecho traspasar a un universo diferente, un universo
“Secairiano”-como dice Pedro Gil- en donde la poesía se fusiona con la vida, y
lo señala el mismo Juan diciendo en un fragmento de Padre:
-
“…ESTABA
ENFERMO TAMBIEN DE POESÍA…”.
Desde luego que sí y se
nota, los delirios se encarnan no solo en intrínsecas descripciones cotidianas,
que extrañamente parecen relatar la vida del lector más que la del autor, sino
también en propias manifestaciones carnales casi o más reales incluso que
ustedes o yo.
Y presentar este libro es como presentarlo al
mismo Juan, lleno de alegría y compasión; de vivencias y conclusiones; abriendo
la puerta al extraño y tendiendo la mano para evitar los odios de ajenos.
Asimismo es la “Ribera”, un libro lleno de ternura y esperanza, así como de
desolación e infortunios, lleno de amores y desamores, de árboles y concreto
igual que nuestra bella ciudad.
A raíz de lo dicho, no
volveré a mencionar al autor, puesto que es innecesario.
Un artista se inmortaliza
por su obra, no por los detalles de su vida, y es importantísimo tener esto en
cuenta.
Ahora nos interesaremos
netamente por la “Ribera”.
Divido en cuatro partes
diferentes, donde nos entrega una visión real y sólida de la vida; tan sólida
que al instante de verla… nada más importa; y es ella misma quien se
inmortaliza en nuestra esencia.
Encontraremos en ella el
reflejo de nuestros más grandes temores, y aquellos impulsos humanos naturales a
los que tememos tanto.
Es el espejo de un loco, de un aguerrido, de un
hermano, un padre y un quizá; es la perfecta colocación de versos seguidos,
como de puñaladas al muerto, tan certeras y necesarias, cada una de ellas, para
lograr su cometido.
Contiene sueños, vida,
muerte, árboles, calles, gente, y pensamientos, que comienzan y terminan de
dejar su bichito en tu cabeza, de “Secairizar” tu existencia, de convertirte en
poesía.
Es por eso que no debería
ser yo quien lo presente, sino la misma “RIBERA”, a continuación un pequeño
fragmento:
Ribera
de cristal (fragmentos)
Mi padre habla y se detienen las
escenas en casa
Sufrir y gozar elegantemente sin mucho
ni poco
Cocolón caliente café música
lo que dicte el amor
puentes donde alojarse
estaciones de bocas llenas.
Médico como yo dijo papá. No duré sino
seis experimentos de espuma flex
y dos amigos peruanos de cerveza y
charla amena
Hasta los 30 años hacer lo que se te
antoje.
Después ya solo queda vivir en poesía.
Bromea mi padre y a carcajadas regresa
a su consultorio.
Tratamiento
(Fragmentos)
Terapia de consolación
hospitales juego y pinchazos
continuum caos encrucijada
rieles del recuerdo
rasgos se cubren para no herir manos
apacibles
el humo cuece como tren en marcha.
En estado de poesía
suprimir por un segundo la gravedad
abundante
de lo que resta
o separar el tren
del delirio
en su canto.
Después de esta autopresentación
que se ha hecho, desearía ser breve y no ahondar más en detalles, pues de
ninguna manera me gustaría influir en su apreciación o la de algún otro y
seguramente mataría la ilusión propia de nacer, olvidados en la “Ribera de
Cristal”, junto al amargo río que alimenta nuestra vida.
Pues al dejarnos llevar
por esa voz poética, siempre tan crítica, agresiva, fulminante al paso,
podremos entender por nuestra propia mano, lo que bien requiera el juicio; es
necesario que no intentemos “interpretar”, esta obra, desde una posible perspectiva
tomada por quien la escribió, sino bajo nuestra propia lupa, caso contrario no
tiene sentido.
Es grato poder encontrarse
uno mismo, ahogado dentro de un “MUTIS” severo, luego de verse bailando en el
“RUIDO “de la calle , así la tenacidad, la continuidad de cada uno de los
poemas, describen perfectamente con minuciosidad los momentos de un día
“cualquiera”, para “quienquiera” de nosotros. Esa cotidianidad con la se nos
presenta esta “Ribera” es lo que la hace tan deseada para el alma.
Es por eso, que exhorto a que todos nosotros nos entreguemos de lleno a los
brazos de Juan, y nos ahoguemos en el mar de ideas propuesto, perdiendo por
completo el falso sentido común que nos ha inculcado la sociedad. Porque al fin,
la línea que divide la demencia de la cordura, es tan estrecha, que la
cruzaremos sin darnos cuenta, la interrogante está en -¿Salimos de la cordura,
o verdaderamente entramos ella?, porque esa cuerda floja ahora se tiende sobre
la “Ribera de cristal”.
Gracias.
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