Es esencial leer novelas, cuentos y poemas que generan
reflexión, que por un instante nos transportan a ese espacio descrito, dibujado
con palabras, que nos hace sentir vértigo, ansiedad, pasión. Entre mis mejores
amigos, inolvidables porque crecieron conmigo y me hicieron crecer están Crimen y castigo, Los siete locos, Un hombre muerto a puntapiés, La casa de cartón, Los
heraldos negros, En la masmédula… y ahora Sujeto de ida, del poeta ecuatoriano Juan Secaira.
Treinta y un poemas dan vida a Sujeto de ida. Cada poema es una conjunción de elementos propios
que sumados ofrecen un único resultado: la voz poética de Juan Secaira, una voz
firme, aguda, observadora, minuciosa, singular, que estuvo presente en su libro
anterior, No es dicha (Premio
Nacional de Poesía Jorge Carrera Andrade), y que en Sujeto de ida se reafirma.
Adentrarse en el mundo del Sujeto de ida es una verdadera aventura, y espero que sea para cada
lector tan personal como la mía. Empiezo a leer y pregunto: ¿Quién es el
sujeto? Yo, tú, él, ella, usted; la respuesta es difícil de digerir porque
todos estos pronombres se personifican en el Sujeto de ida, un sujeto falto de juicio que camina por la vida sin
historia, sin memoria, sin nombres, sin números de teléfono. Debe mentir para
expandirse, para aliviar el dolor, la molestia, el amor; sin importarle la
sentencia de la madre: “errar en minutos”, o la promesa del padre: “danzar con
cuerpos de muerte”. Tiene encuentros fortuitos, con violencia, humo, “comunión
de estropajos”, de seres sucios y vivos que habitan en una civilización enferma
de una “enfermedad sin nombre”, que viven en el circo de la vida donde la
“muchedumbre canta”, que son “Gente. / Máquinas”.
Al Sujeto de ida
no le interesa reconstruir fragmentos, prefiere esparcirlos por la arena, “bien
lejos para nada más encontrarlos en el siguiente / acabose”. Este acto
convierte su existencia en un eterno retorno en donde la serpiente se muerde la
cola. Volverá el acabose porque “la redención es inútil”. ¿Qué sucedería si sus
actos no se repitieran?
El sujeto no es ni bueno ni malo, simplemente está vivo y
pregunta “pero qué es eso: soñar es vivir, delirar, pensar, anhelar, odiar. /
Vivir. O mal vivir, o sobrevivir”. Tiene tanta conciencia en medio de la inconsciencia
y por un momento logra ser guerrero. Por fin consigue una unión sin muerte: “El
deleite / inmune / reacio / vivo”.
Profundizar en el mundo del Sujeto de ida, poemario sinfónico libre, de lecturas
independientes, es complejo, como el ser humano. El corpus, el poema y cada
verso generan conciencia. ¿A dónde transportan estos versos? Se mueve, delira… Desaparecer entre la
multitud desintegrada… Quien te quiere de da el primer tajo... El día es el
anhelo de la voz… ¿Qué dice esta imagen? Diletantes frutos sujetos a árboles
hundidos, en el lodazal del encanto… Qué
ironía, juntos están adjetivos de placer, verbos y sustantivos de connotaciones imperfectas, deformes. Siempre están unidos lo blanco y lo
negro sin maniqueísmo alguno. Este es el universo del Sujeto de ida, que desata un proceso de introspección que obliga a reflexionar, lo quieras o
no.
Margarita
Altuna
Catedrática
de la Universidad de Tampa,
Departamento
de Lenguas y Lingüística
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